martes, 23 de marzo de 2010

del agua al metal.

Me acuesto sobre el agua aflojándome totalmente. Los pies, las manos, las mandíbulas. Hacía tanto que no entraba en la bañera. Necesito dejar los pies afuera, mis ojos se cierran. Tranquilidad. Nunca mas tranquila… desaparece el afuera, se hace lejano en le recuerdo. Soy yo, el cuarto amarillo, al agua. Mi cuello parece desencadenarse de a poco, casi se suelta mi cabeza. El agua caliente penetra por lo ancho y lo largo y lo más profundo. Me sumerjo. Escucho caer gota a gota el agua del metal al agua, del agua al metal. Cae, suave y punzante, el ruido inunda mi cabeza, fuerte y punzante, mi corazón late, late, late, late. Sale, late. Va a salir, late. Se va a salir, late. Golpea, una y otra vez, late. Lo escucho en mis manos y en mi garganta, late. Abro los ojos antes de hundirme, necesito agarrarme del borde con las manos, hacer fuerza con los pies. Late cada vez peor. Me pesa el pelo, me cuesta levantarme. Se resbalan mis manos, mis pies hacen fuerza contra la pared. Veo como el agua se volvió bordo, llena de pedazos, llena de basura que flota, flota. Piel escamada, desintegrándose. Soy yo, mi pecho y el dolor adentro mirando como en el agua flotan pedacitos de mí. De mi cuerpo descompuesto. Mi corazón se muere, se muere acá y yo no puedo apoyarme en el fondo, no me puedo soltar, que me voy a morir. Necesito agua fría. Saco el tapón y abro, como puedo, la canilla. El chorro frío se entrevera entre mi espalda y la loza caliente del fondo y me hace resurgir de escalofríos. Necesito respirar, suspiro.  


                                       (foto de Lelé.)



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