Como tulipanes.
Hace mucho tiempo ya.
Los chicos caminaban, esos ojitos rubios. Las vocecitas. Caminábamos largas cuadras y el frío de primavera en los talones, en las muñecas. Hacíamos círculos en el piso. Con los pies. Subían y bajaban las calles. Sabíamos que cuando subían en línea recta, mirando derecho se cruzaban líneas, partes, pequeñas realidades. Manchas. Conocíamos todos los nombres, los olores, las distancias. Sabíamos que cuadras rompían en perpendicular. Nos peleábamos con ellas, (no me olvides), nos molestaba no poder descansar. Seguíamos caminando tres, cuatro cuadras más. Había olor a fresco, con pelusita en el aire. Hay algo en mis manos, la falta, el rechazo, un personaje en escena, se adelanta con impronta a decir algo y con lágrimas en los ojos, se lo traga. (Tragar aire da acidez, hace mal al intestino, caria los dientes)
25 de octubre de 2008
Hay cosas que solo se registran en la mente.
Hay cosas que solo se leen en los diarios.
Hay cosas que ni siquiera hay que preguntar.
Esta es una de mis personalidades escribiendo.
Puedo Mentir. Puedo mentir con la boca, pero se que mis ojos dicen otra cosa.
Parece que hoy tampoco voy a cambiar nada de nada.
Ahora si, una habitación amarilla. En silencio. Solo se oye un piano lejano. Y los pasos de alguna mujer de labios en otro piso del solar.
Si queres yo puedo enumerarte todo lo que se de vos, puedo decir que soy vos y contarte toda mi vida, con exactitud, todo lo que se, puedo recordar todo perfectamente. Y contentarme con verte reir. Te cuento donde esta mi hermano, de donde es mi abuelo, cuantos somos en la obra, de que es mi acolchado, porque hoy no tengo shampoo, que es lo que como los lunes, martes y miércoles. Puedo enseñarte muchas cosas, ese rol te encanta.
Podemos caminar cuadras y cuadras y en algún momento de la noche yo te voy a confesar que de chica me gustaba contar las baldosas en múltiplos de dos. Dos, cuatro, seis, ocho. Y un día feliz descubrí que así podía saber cuantos pasos daba para llegar a. Cuarenta para. Veintitrés entre. Catorce desde. Era casualidad. (También, de chica no pisaba las líneas entre baldosas)
Te veo ahí, estas. Por tu imagen petrificada creo que siempre estuviste. Ahí, sin moverte, sin mover mas que las manos para tocar el piano y apenas una milesima del cuello, movimiento que resuena en tu pelo que se mueve chiquitito, asi. Tu espalda gigante se ensancha con los agudos y se achica con los graves, respira, como tus manos. Si, tus manos respiran. Aveces, me miras, un poquito, de costado, y seguís con la cara fija, durísima contra la pared del piano. Me pregunto cuantas personas y cuantas moleculas entran entre tus manos y tu espalda. Cuantos pedacitos de hojas de otoño pueden volar con libertad entre tus ojos y el piano. No, imposible.
Saludos,
Elena.
1 comentario:
Esto me parece perfecto!!
Te amo amiga, me transmitiste mucho y de golpe me sentí en otros lugares, con otras personas y otros sentimientos. Me encantó!!
Tutu
Viste que te firme?? Que divertido fue pasarnos nuestro blog por teléfono jajaja
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